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Introduce la educación emocional en tus clases con estos sencillos pasos

Gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) hoy día disponemos de un rápido acceso a infinidad de conocimientos y realidades, independientemente de lo físicamente lejanas que se encuentren. Bajo este punto de vista, podría pensarse que hemos alcanzado una cima histórica del conocimiento humano, entendido como sinónimo de razón pero, sin desmerecer el valor de todos estos avances ¿significa eso que nos relacionamos mejor entre nosotros? ¿o que somos más capaces de asumir las emociones que nos genera esta información?

Como probablemente sabréis los que os enfrentáis a la no siempre sencilla tarea de impartir clases, la respuesta es más bien dudosa: el auge (a veces mediático) del bullying, las adicciones o las formas tóxicas de relación de pareja, delatan quelas emociones -placenteras o perjudiciales, todas ellas válidas y necesarias- y su gestión tanto dentro como fuera del aula sigue siendo una asignatura pendiente en nuestra sociedad de la información que, paradójicamente, apenas ha logrado tomar distancias con el analfabetismo emocional. Pero esta situación podría atenuarse, en mayor o menor grado, de la mano de una educación emocional que, a falta de un lugar mejor, puede iniciarse en la escuela.

Desarrollando Emociones

Las emociones son un elemento clave en nuestras vidas: afectan tanto a la construcción de nuestra personalidad como al desarrollo de nuestra moralidad, capacidades comunicativas o al modo en que nos relacionamos y socializamos con los demás. Además, estas se dan desde las etapas más tempranas de nuestras vidas, desarrollándose a lo largo de los años con un intensidad desigual pero, también, ininterrumpida. Es por eso, y dada su importancia e inevitabilidad, que el objetivo último de la educación emocional es el de desarrollar las competencias emocionales necesarias para poder tomar asumir, regular y expresar de forma apropiada nuestras emociones.

La psicología evolutiva ya contemplaba el desarrollo emocional como una parte importantísima del desarrollo cognitivo de las personas, en un extremo que fue reafirmado (y popularizado) por Howard Gardner en 1985 con su teoría de las inteligencias múltiples, entre las que se encuentran la inteligencia interpersonal y la intrapersonal. Así, y recogiendo elementos de estas dos vertientes teóricas, podríamos considerar que la educación emocional engloba y amplia los postulados teóricos de Daniel Goleman y su concepto de Inteligencia Emocional (IE), al que ya dedicamos un post en este espacio, o incluso a las teorías que se desprenden de las competencias emocionales que nos permiten gestionar nuestras respectivas IEs. Pero, más allá de estos principios y ciñéndonos al ámbito educativo ¿cuáles son los beneficios de un buen desarrollo de la inteligencia emocional para nuestros alumnos?

  • Favorece su desarrollo integral.
  • Les permite desarrollar competencias emocionales que, a su vez, fortalecen su autoestima y equilibrio intrapersonal.
  • Promueve actitudes de respeto hacia los demás, potenciando sus capacidades para la socialización.
  • Desarrolla tolerancia hacia la frustración, promoviendo el esfuerzo y la capacidad para el trabajo regular.
  • Permite el autoconocimiento y un mejor conocimiento de los que les rodean.
  • Desarrolla un mayor control de la impulsividad.

Por todo lo anterior, implica una mejora en la convivencia entre los diferentes alumnos de la clase, favoreciendo de paso una mayor cohesión del grupo clase.

Pero, teniendo en cuenta todas estas virtudes ¿cómo puede implementarse en el aula una educación emocional que las haga posibles?

Introduce la educación emocional en tus clases

Como se desprende lo apuntado hasta aquí, la educación emocional permite el desarrollo de un conjunto de competencias transversales cuya utilidad sobrepasa con mucho las necesidades curriculares de los y las estudiantes, pero que pueden verse potenciadas a partir de estrategias educativas como las que os apuntamos a continuación:

  • Especialmente a edades muy tempranas, estableced rutinas para el desarrollo las labores a hacer en clase y también para otros elementos, aparentemente ajenos a la formación del alumnado, como puedan ser las entradas y salidas del aula, o el orden en el espacio de clase. De este modo, vuestros alumnos y alumnas relacionaran de forma más fácil y sencilla sus emociones con sus acciones, aunque tened siempre en mente que estas rutinas deben ser laxas y estar supeditadas a las necesidades del alumnado.
  • Implicad al alumnado en sus tareas a través de, por ejemplo, el aprendizaje por proyectos para implicarlo en su proceso de formación y hacerlo responsable de él. De esta manera, podrá asumirlo como propio y sentir que tiene el control sobre lo que se le enseña.
  • Dentro de lo posible, y asumiendo lo difícil que puede resultar en determinados entornos, intentad que vuestra aula sea un espacio tranquilo en el que los alumnos puedan expresarse libremente sin temor a ser juzgados por sus opiniones. Lo que, a su vez, implica una paradoja: la necesidad de reconducir o hasta de marcar algunos límites respecto a comentarios que puedan resultar insultantes o poco respetuosos en vuestras clases, y que puedan llevar a que la autoexpresión de vuestros alumnos se vea coartada.
  • Apostad por el trabajo grupal y colaborativo: potencia el desarrollo de la empatía, la capacidad de autoexpresión y la autoestima entre vuestros alumnos.

Además, no podemos terminar este artículo sin proponeros que también vosotros os forméis en vuestras propias competencias emocionales, ya sea a través de cursos presenciales u online, para así poder relacionaros con vuestro alumnado, dentro de las posibilidades que ofrece vuestra profesión docente, en calidad de profesorado emocionalmente preparado.

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